“Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás”
Evangelio Según San Juan 10 ,22-30
Ante la duda, Dios nos envía su palabra y nos habla a veces tan claro y de manera tan precisa como en el Evangelio de la Eucaristía que celebramos en memoria de Carlos Espinosa, que nos afirma que él vivirá por siempre. Además de esta elocuente manifestación, la Eucaristía estuvo colmada de emociones encontradas, desfilando por nuestros corazones diversos sentimientos de tristeza, nostalgia, cariño, simpatía, ternura, devoción, apego, amistad, en una palabra recuerdos de amor que afloran en todos aquellos que tuvimos la oportunidad de conocerlo.
La emotividad de la ceremonia se reflejó en cada detalle: en una Eucaristía sentida en la que nuestro Sacerdote resaltó las mayores cualidades de Carlos, en la presencia de seres muy cercanos que percibieron el afecto y la solidaridad de la familia Colomboamericanista, en el coro que apaciguaba con su dulzura las notas de amargura, en la presencia de sus pupilos de “Techo para mi País” evocando su sentido social y humano y en el reconocimiento a su obra a través de las palabras de los representantes de los estudiantes.
Sabemos que todo fue poco y que las manifestaciones de gratitud y afecto no son suficientes para expresar todo lo que sentimos, pero lo que sí tenemos claro es que su paso por la Institución no culmina con su partida, por el contrario, trasciende. De ahí nace la idea de designar al auditorio con el nombre de Carlos Augusto Espinosa Vásquez, para perpetuarse en la memoria de nuestra organización.
A su paso, también deja entre nosotros recuerdos vivos como el roble que se sembró a la entrada del Colegio en su memoria, custodiado por la Virgen María, de quien fuera devoto y quien con seguridad ahora lo acoge entre sus brazos. Deseamos que este símbolo de vida que evoca su presencia emane ese aire de filantropía que él transmitía y que a su vez sea testigo del crecimiento y del progreso de sus “hijos” como solía llamar a sus estudiantes, en especial al de su hija Silvana, fruto de su amor y la materialización de su realización.
También queremos agradecer a cada alumno, padre, egresado, profesor, allegado y colaborador del Colegio por sus manifestaciones de afecto y solidaridad en este doloroso momento y sobre todo gracias Señor por darle vida eterna a Carlos.
Evangelio Según San Juan 10 ,22-30
Ante la duda, Dios nos envía su palabra y nos habla a veces tan claro y de manera tan precisa como en el Evangelio de la Eucaristía que celebramos en memoria de Carlos Espinosa, que nos afirma que él vivirá por siempre. Además de esta elocuente manifestación, la Eucaristía estuvo colmada de emociones encontradas, desfilando por nuestros corazones diversos sentimientos de tristeza, nostalgia, cariño, simpatía, ternura, devoción, apego, amistad, en una palabra recuerdos de amor que afloran en todos aquellos que tuvimos la oportunidad de conocerlo.
La emotividad de la ceremonia se reflejó en cada detalle: en una Eucaristía sentida en la que nuestro Sacerdote resaltó las mayores cualidades de Carlos, en la presencia de seres muy cercanos que percibieron el afecto y la solidaridad de la familia Colomboamericanista, en el coro que apaciguaba con su dulzura las notas de amargura, en la presencia de sus pupilos de “Techo para mi País” evocando su sentido social y humano y en el reconocimiento a su obra a través de las palabras de los representantes de los estudiantes.
Sabemos que todo fue poco y que las manifestaciones de gratitud y afecto no son suficientes para expresar todo lo que sentimos, pero lo que sí tenemos claro es que su paso por la Institución no culmina con su partida, por el contrario, trasciende. De ahí nace la idea de designar al auditorio con el nombre de Carlos Augusto Espinosa Vásquez, para perpetuarse en la memoria de nuestra organización.
A su paso, también deja entre nosotros recuerdos vivos como el roble que se sembró a la entrada del Colegio en su memoria, custodiado por la Virgen María, de quien fuera devoto y quien con seguridad ahora lo acoge entre sus brazos. Deseamos que este símbolo de vida que evoca su presencia emane ese aire de filantropía que él transmitía y que a su vez sea testigo del crecimiento y del progreso de sus “hijos” como solía llamar a sus estudiantes, en especial al de su hija Silvana, fruto de su amor y la materialización de su realización.
También queremos agradecer a cada alumno, padre, egresado, profesor, allegado y colaborador del Colegio por sus manifestaciones de afecto y solidaridad en este doloroso momento y sobre todo gracias Señor por darle vida eterna a Carlos.